En el ámbito de la terapia relacional, uno de los temas que trabajamos es el de la energía masculina y femenina. Más allá del género biológico, hablamos de polaridades internas que todos tenemos. Cuando una de estas energías se descompensa, afecta directamente a nuestras relaciones, ya que condiciona la forma en que nos vinculamos, nos entregamos y nos dejamos sostener.
Equilibrar la energía masculina no significa renunciar a ella, sino reconocer cómo se manifiesta, cuándo se vuelve excesiva y cómo podemos armonizarla para vivir relaciones más libres y conscientes.
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¿Qué es la energía masculina?
La energía masculina se asocia a la acción, la dirección y la estructura. Representa la capacidad de tomar decisiones, marcar objetivos, proteger y avanzar. Es la parte que busca resolver, lograr y conquistar.
Algunas de sus cualidades más representativas son:
Foco y orientación a metas.
Disciplina y fuerza de voluntad.
Capacidad de sostener y proteger.
Necesidad de resultados y acción inmediata.
Sin embargo, cuando esta energía domina en exceso, puede generar rigidez, control desmedido y dificultad para conectar con la vulnerabilidad.
Energía masculina y relaciones de pareja: ¿por qué afecta?
En la pareja, el equilibrio entre la energía masculina y femenina es esencial. Cuando uno de los dos se queda demasiado en la energía masculina, ya sea hombre o mujer, la relación pierde polaridad y se resiente la intimidad.
Esto ocurre porque:
1) La energía masculina excesiva bloquea la receptividad y la conexión emocional.
2) Se impone la lógica sobre la sensibilidad, dificultando la empatía.
3) Se busca controlar la relación en lugar de permitir que fluya.
En terapia lo vemos a menudo: parejas atrapadas en luchas de poder, discusiones constantes y una intimidad apagada, todo ello derivado de un desequilibrio energético.
Diferencias entre energía masculina y femenina en la mujer
En el caso de la mujer, la energía femenina conecta con la receptividad, la intuición, la creatividad y la capacidad de nutrir. Cuando una mujer vive mayormente desde su energía masculina, tiende a:
Sobrecargarse con responsabilidades.
Buscar el control absoluto en la relación.
Competir en lugar de colaborar.
Ocultar su vulnerabilidad por miedo a ser herida.
El problema no es que una mujer tenga energía masculina, ya que todos la tenemos, sino que al ocupar demasiado espacio, se desactiva su capacidad de abrirse a la intimidad y al amor desde lo receptivo.
Señales de que tu energía masculina domina tu vida amorosa
Existen indicadores claros de que tu energía masculina está tomando el control en tu vida afectiva:
1) Sientes que siempre tienes que resolver o tomar las riendas de la relación.
2) Te cuesta pedir ayuda, reprimes tus emociones o no te muestras vulnerable.
3) La intimidad se vive más como un deber que como un espacio de entrega.
4) Experimentas tensión, rigidez o ansiedad constante.
5) Percibes que tu pareja “no hace suficiente” y acabas asumiendo el control de todo.
Identificar estas señales es el primer paso para preguntarte: ¿cómo sanar mi energía masculina y equilibrarla con mi energía femenina?
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Cómo equilibrar tu energía para abrirte al amor
El objetivo no es eliminar la energía masculina, sino integrarla en armonía con la femenina. Algunas claves prácticas son:
1) Trabajar la conciencia corporal
Conectar con las sensaciones del cuerpo ayuda a soltar la rigidez del control.
2) Practicar la receptividad
Permitir que el otro también sostenga, decidir no resolverlo todo.
3) Explorar la vulnerabilidad
Compartir miedos y emociones sin esconderse tras la acción.
4) Cultivar espacios creativos
La energía femenina se activa con el juego, la intuición y el disfrute.
5) Terapia relacional
Un espacio seguro donde revisar las dinámicas de pareja y equilibrar ambas energías.
Cuando aprendemos a reconocer y equilibrar nuestra energía masculina y femenina, abrimos la posibilidad de relaciones más auténticas, donde el amor se vive desde la conexión y no desde la lucha de poderes.
Conclusión
La energía masculina es necesaria para sostener, dirigir y actuar, pero cuando domina nuestra vida afectiva puede convertirse en una barrera para la intimidad. Equilibrarla con la energía femenina nos permite vivir relaciones más sanas, libres y plenas.
Sanar esta parte no es cuestión de fuerza de voluntad, sino de un trabajo profundo de autoconciencia y de apertura a nuevas formas de vincularnos. Porque solo cuando dejamos de vivir desde el control, podemos abrirnos realmente al amor.


