Invalidación emocional: cómo identificarla

La invalidación emocional minimiza tus sentimientos y afecta tu bienestar. Descubre cómo reconocerla y fomentar conexiones más empáticas.

¿Alguna vez has sentido que tus emociones no tienen valor? ¿O has intentado expresar lo que sientes sólo para ser minimizado/a o ignorado/a? 

Tal vez hayas vivido la invalidación emocional, esa forma silenciosa pero profundamente hiriente de desestimar lo que sientes. Invalidar las emociones no es solo ignorarlas, es arrebatar una parte esencial de quien las expresa. 

Escuchar, en cambio, trasciende lo meramente auditivo; es un acto de entrega, un tributo a la conexión humana que ennoblece tanto al que se expresa como al que verdaderamente atiende.

¿Qué es la invalidación emocional?

La invalidación emocional ocurre cuando alguien minimiza, ridiculiza o incluso ignora lo que sientes. Y lo cierto es que, cuando nuestras emociones no son validadas, algo muy profundo se quiebra. 

Sentirnos escuchados y comprendidos es una necesidad psicológica fundamental. Es como el aire que respiramos: si no lo tenemos, nuestra autoestima comienza a desmoronarse, y, con el tiempo, la relación también sufre. 

La conexión genuina se alimenta del respeto por lo que el otro siente, y cuando eso falta, todo se resiente.

Ejemplos de invalidación emocional

Aquí tienes algunos ejemplos concretos que te ayudarán a identificar si estás viviendo o ejerciendo invalidación emocional:

Minimizar el dolor: Frases como “No es para tanto”, “Te ahogas en un vaso de agua” u “Otros lo pasan peor” son respuestas que invalidan a la otra persona porque trivializan sus sentimientos, haciéndole experimentar que está mal que sienta de ese modo.

Ridiculizar las emociones: Comentarios como “Qué dramático/a eres” o “Pareces un/a niño/a pequeño/a”, solo generan vergüenza, bloqueando así la expresión emocional del otro.

Ignorar lo que la otra persona siente: Cambiar de tema o evitar hablar sobre lo que le preocupa a través del uso de frases como “Vamos a hablar de algo más importante” o “No le des tantas vueltas.

Dar soluciones no solicitadas: Intentar resolver un problema sin haber validado el sufrimiento emocional, transmite una falta de conexión empática. Frases como “Deberías relajarte” o “Piensa en positivo” saltan directamente a la solución sin detenerse en lo que el otro está sintiendo. 

A menudo, invalidamos sin darnos cuenta porque no sabemos cómo gestionar las emociones de los demás. Y esto, en gran parte, se debe a haber crecido en entornos donde mostrar lo que uno siente no solo no era bien recibido, sino que incluso se evitaba. Esa falta de herramientas emocionales se arrastra y, sin querer, impacta en nuestras relaciones.

Invalidación emocional en la pareja

Uno de los lugares donde la invalidación emocional tiene un impacto más profundo es en la pareja, ese espacio sagrado donde buscamos mostrarnos tal como somos, abrir nuestras entrañas y encontrar aceptación.

Cuando la invalidación se cuela en ese rincón tan personal, se empieza a construir un vacío sordo que destruye lentamente el lazo que nos une, transformando lo que debería ser un refugio en un desierto seco y distante.

Se manifiesta, por ejemplo, minimizando los conflictos. Son típicas las frases como “Siempre haces un drama de todo” o “No entiendo por qué te afecta tanto”. Esto genera una barrera emocional, donde la persona deja de compartir por miedo a ser juzgada.

También es común culpar al otro de sus emociones, con frases como “Te lo tomas todo a lo personal” o “Deja de ser tan sensible”, cayendo en la creencia errónea de que el otro tiene opción alguna de elegir o modificar su sentir.

Evitar hablar de emociones difíciles es habitual, llevando a uno de los miembros de la pareja a sentir que sus emociones no son importantes. Son comunes frases como “¿Otra vez estás con lo mismo? O “No hablemos de eso ahora”.

Todas estas respuestas tan solo silencian a la otra persona, negándole la experiencia interna de su malestar.

Consecuencias de la invalidación emocional en la pareja

Si la invalidación ya se torna una respuesta constante, puede provocar lo siguiente:

Desconfianza: la persona invalidada siente que no puede compartir sus emociones sin ser juzgada, por lo que terminará por guardárselo y pasándolo mal en silencio.

Distancia: al no sentirse comprendida se reduce la conexión y la intimidad.

Ansiedad o autoestima baja: sentir que tus emociones no valen o no tienen relevancia puede afectar a tu confianza hacia ti mismo/a.

Desgaste psicológico: experimentar que la persona con la que compartes todo tu mundo construye un muro cada vez que intentas comunicar algo que para ti es importante, sólo desemboca en un deterioro difícil de reparar.

Cómo abordar la invalidación emocional

Reconocer la invalidación es el primer paso para romper con esta dinámica. Tanto si eres quien la ejerce como si la estás experimentando, a continuación te brindo algunas estrategias.

Practica la validación emocional, haciendo uso de frases como “Entiendo que esto te esté afectando” o “Sé que para ti esto es importante”. La validación no significa estar de acuerdo con el otro, es reconocer que lo que siente es válido.

Habla desde el yo, fomentando la comunicación asertiva para así evitar la atribución de culpabilidad . Por ejemplo, “Cuando dices que exagero, siento que mis emociones no son importantes para ti y eso, todavía me hunde más”.

Aprende a escuchar activamente, si prestas atención y haces uso de la empatía puede ser más que suficiente. No siempre es necesario ofrecer soluciones a una persona que nos está transmitiendo un problema desde la vulnerabilidad.

Establece límites si la invalidación es constante, ya que se convierte en un atentado emocional en contra de tu bienestar. Puedes considerar buscar apoyo profesional para manejar la situación y, de ser necesario, redefinir la relación.

La invalidación emocional es más común de lo que pensamos, pero eso no significa que sea algo que debamos normalizar.

Recuerda que tus emociones no necesitan aprobación, solo un espacio donde respirar sin miedo a ser juzgadas.

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