Las relaciones abiertas despiertan curiosidad, deseo y también muchas dudas. Cada vez más personas se plantean si es posible amar sin exclusividad o si la libertad puede convivir con el compromiso. Pero abrir una relación no significa simplemente tener permiso para estar con otras personas: implica responsabilidad emocional, madurez y una comunicación consciente.
En terapia relacional, este tema aparece con frecuencia entre parejas que buscan nuevas formas de vincularse, que desean mantener la conexión sin caer en la rutina o que sienten que la monogamia tradicional no encaja con su manera de amar. Sin embargo, también es uno de los terrenos más delicados: sin una base sólida, puede derivar en celos, inseguridad o desconexión emocional.
A continuación, exploraremos qué es una relación abierta, cómo funciona, qué tipos existen, qué ocurre cuando uno entra como tercero y qué claves son esenciales para que este modelo relacional sea sano y sostenible.
¿Qué es una relación abierta?
Una relación abierta es un acuerdo entre dos personas que deciden mantener su vínculo afectivo principal mientras permiten la posibilidad de mantener relaciones sexuales o románticas con otras personas, de forma consensuada y transparente.
No se trata de “infidelidad permitida”, sino de una estructura relacional basada en la honestidad y la autonomía. Ambos miembros de la pareja son conscientes de los límites y acuerdos que regulan la apertura.
En otras palabras, una pareja abierta es aquella que elige la libertad sin renunciar a la conexión.
Sin embargo, esa libertad requiere madurez emocional, una comunicación constante y una capacidad real para gestionar la inseguridad y los celos.
Relaciones abiertas vs poliamor
A menudo se confunden las relaciones abiertas con el poliamor, pero son conceptos distintos.
En una relación abierta, la pareja mantiene un vínculo principal y permite encuentros sexuales o afectivos con otras personas, sin que necesariamente exista una implicación emocional profunda.
En el poliamor, en cambio, se acepta la posibilidad de mantener múltiples relaciones amorosas simultáneamente, con distintos grados de compromiso y vinculación emocional.
Mientras que la pareja abierta suele priorizar su relación principal como el eje central, el poliamor propone un modelo más horizontal, donde puede haber varios vínculos significativos.
Comprender esta diferencia es clave, ya que implica gestionar expectativas distintas: una cosa es compartir sexualidad y otra muy diferente es abrir el corazón a más de una persona.
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Cómo funcionan las relaciones abiertas
Para que una relación abierta funcione, no basta con el deseo o la curiosidad. Es necesario construir una base sólida que incluya:
Comunicación constante. Hablar de lo que se siente, de lo que duele y de lo que se desea, sin juicios.
Acuerdos claros. Definir qué está permitido y qué no.
Gestión emocional. Trabajar los celos, el miedo a la pérdida o la comparación.
Consentimiento mutuo. La apertura debe ser una decisión conjunta.
Autoconocimiento. Saber por qué se desea abrir la relación.
La apertura no resuelve los problemas de una pareja. De hecho, los amplifica si no hay una base emocional sólida. Es una experiencia que puede ser enriquecedora, pero sólo si ambos están dispuestos a hacer el trabajo emocional que conlleva.
Tipos de relaciones abiertas
No todas las relaciones abiertas son iguales. Existen diferentes formas de estructurarlas, según los límites y necesidades de cada pareja. Algunos tipos comunes son:
Relación abierta sexualmente: Se permite tener encuentros sexuales con otras personas, sin implicación emocional.
Relación abierta emocional y sexual: Se aceptan vínculos románticos o afectivos con terceros, además de lo sexual.
Relación abierta jerárquica: La pareja principal mantiene prioridad emocional, mientras que los demás vínculos tienen menos peso.
Relación sin jerarquías: Todos los vínculos se consideran igual de importantes (más cercana al poliamor).
Relación “Don’t ask, don’t tell”: Ambos permiten la apertura, pero acuerdan no compartir detalles de los encuentros con otras personas.
Cada modelo tiene ventajas y riesgos. Lo importante no es copiar un formato, sino encontrar aquel que se ajuste a la madurez emocional y los valores de quienes lo viven.
Ser el tercero en una relación abierta
Ser el tercero en una relación abierta puede resultar atractivo, pero también es uno de los roles más complejos. A menudo se idealiza la libertad del vínculo, sin considerar que existen límites invisibles y emociones difíciles de sostener.
Confusión emocional: si uno de los miembros de la pareja principal se vincula más de lo previsto.
Sensación de exclusión: al no tener el mismo nivel de prioridad o compromiso.
Dependencia afectiva: si se involucra emocionalmente más de lo que el acuerdo permite.
Desde una perspectiva terapéutica, es esencial que quien entra como tercero tenga claridad sobre sus expectativas, necesidades y límites. De lo contrario, puede acabar sintiendo vacío o frustración en una dinámica que parecía liberadora.
Claves para que una relación abierta funcione
Mantener una relación abierta sana implica mucha más conciencia y trabajo emocional que una relación monógama. No es una vía de escape del compromiso, sino una forma diferente de vivirlo.
Revisar los acuerdos regularmente. Las reglas no son estáticas; deben adaptarse a la evolución del vínculo.
Evitar el autoengaño. No se trata de fingir que los celos o el miedo no existen, sino de poder hablarlos.
Priorizar el vínculo principal. La apertura no debe sustituir la conexión emocional, sino complementarla.
Cultivar la transparencia. Mentir o ocultar información destruye la base de confianza, incluso en relaciones abiertas.
Acompañamiento terapéutico. La ayuda profesional puede ser clave para sostener las emociones que surgen en este tipo de dinámicas.
Las relaciones abiertas funcionan sólo cuando se viven desde la conciencia, el respeto y la responsabilidad afectiva. Sin estos pilares, la libertad puede convertirse en una forma de desconexión emocional más que de crecimiento.
Conclusión
Tener una relación abierta puede ser una experiencia profundamente transformadora si se aborda desde la madurez, la honestidad y la empatía. Pero también puede convertirse en una fuente de dolor si se utiliza como vía de escape ante conflictos no resueltos o miedos a la intimidad.
En última instancia, no se trata de si es bueno tener una relación abierta, sino de si estás preparado para sostener la complejidad emocional que implica amar en libertad.
Porque abrir la relación no es solo abrir los cuerpos, sino abrir el corazón a nuevas formas de comprensión, confianza y responsabilidad afectiva.


