Los años pasan y aunque quieras vincularte y que salga bien, sientes atracción por quien no te puede ofrecer lo que necesitas. Quien sí podría hacerlo, no te cautiva o, simplemente no aparece nadie porque inconscientemente optas por no tomar riesgo dejándote de vincular.
Quizá sientes que tu cabeza dice “Sí, quiero abrirme” pero tu cuerpo emocional está cerrado, sin permitirte ser del todo tú cuando entras en intimidad.
Así es como la memoria implícita de tu cuerpo registra las experiencias dolorosas del pasado y sabotea tus relaciones actuales. Haciéndote adoptar complacencia, dureza o cientos de personajes defensivos más que hacen que no puedas abrirte a la experiencia, a las relaciones y a la vida como mereces.
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