El apego desorganizado es un patrón de vinculación emocional que usualmente se desarrolla en la niñez cuando la figura de apego (el cuidador o los padres) provoca miedo, rechazo o inseguridad en el niño. Esto desemboca en una disonancia, generando una combinación de emociones contradictorias entre el deseo de cercanía y el temor al rechazo o abandono. Esta experiencia puede estar ligada a una profunda herida de abandono.
El apego desorganizado es como un nudo enredado en el corazón donde el afán de cercanía se choca de frente con el miedo a ser herido.
Es la confusión entre querer ser amado y el temor a que el amor duela. En la infancia surge cuando la figura de protección se convierte a su vez en fuente de temor e inseguridad, creando un caos emocional en el niño.
Apego desorganizado en adultos
El apego desorganizado en la edad adulta se caracteriza por una notable inconsistencia en las relaciones interpersonales.
Las personas con este tipo de apego pueden tener dificultades para confiar en los demás, experimentando una lucha interna entre el deseo de proximidad emocional y el miedo al abandono, navegando así entre dos emociones contrapuestas.
Se manifiesta como un baile poco estable, donde dan un paso hacia adelante en busca de intimidad, acompañado de un retroceso que es provocado por la inseguridad que les genera el vínculo.
Este anhelo de conexión profunda se ve empañado por la oscilación entre la necesidad de cercanía y la urgencia de huir, atrapados en un ciclo de incertidumbre que tiñe de gris sus relaciones más próximas.
Aunque es un estilo de apego desafiante, puede mejorar con tiempo, autoconocimiento y apoyo, permitiendo que las personas construyan relaciones más estables y satisfactorias.
Apego desorganizado en pareja
El apego desorganizado en pareja causa importantes dificultades en las relaciones románticas. Este perfil suele anhelar relaciones íntimas a la vez que temen ser heridas. Esto configura un ciclo donde buscan cercanía pero no se sienten cómodos o desconfían cuando la obtienen.
Pueden surgir problemas tales como: celos excesivos o desconfianza exagerada, necesidad constante de reafirmación seguida de una huida o retirada emocional, dificultades para resolver conflictos, miedo o rechazo a la vulnerabilidad emocional, que por lo general, terminan saboteando la relación.
Señales de apego desorganizado
Algunas señales de que una persona podría estar experimentando este tipo de apego son: un sentimiento confuso sobre las relaciones, pues temen perder a la pareja pero sienten miedo al estar cerca, dificultades en la expresión y el manejo emocional, así como niveles altos de ansiedad y preocupación por el futuro de la relación.
Son perfiles que reflejan muchas inconsistencias comportamentales, mostrándose sumamente dependientes en algunos momentos, y en otros, construyen un muro creando un notable distanciamiento con la persona a la que están vinculadas.
Para entender mejor cómo se manifiesta el apego desorganizado en la vida diaria profundizamos con algunos ejemplos:
- Relación oscilante: busca insistentemente la cercanía emocional pero cuando la pareja trata de acercarse, esa misma persona se retira abruptamente, confundida o temerosa
- Confusión ante la intimidad: querer estar cerca de la pareja pero sentir un profundo malestar cuando se logra esa vinculación
- Comportamientos o conductas contradictorias: en una discusión puede alternar entre actitudes dependientes y de rechazo, lo que dificulta en mayor grado la resolución de los conflictos
Diferencias entre apego desorganizado y apego ambivalente
Aunque el apego desorganizado y el apego ambivalente pueden resultar similares, sobre todo porque ambos implican ansiedad en las relaciones, cuentan con diferencias reconocibles.
En el apego desorganizado reina la confusión. Imagina estar en una constante contradicción interna: querer estar cerca de alguien, pero al mismo tiempo, te asusta esa cercanía. Un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Es como si el peligro estuviera siempre pisándole los talones. Las emociones son un tira y afloja caótico.
Por otra parte, el apego ambivalente resulta más predecible. Aquí, la necesidad de proximidad y validación es más intensa. Las personas ambivalentes suelen ser más dependientes de su pareja porque temen, casi obsesivamente, ser abandonados. Buscan constantemente la aprobación y seguridad de que no los van a dejar, pero no están en el mismo juego de atracción-repulsión que caracteriza al apego desorganizado.
Para sintetizar, podríamos decir que en el apego desorganizado se sienten como en una montaña rusa emocional entre el querer y el rechazar. En el apego ambivalente se aferran por miedo a la separación, buscando una seguridad constantemente.
Cómo saber si tengo apego desorganizado
Si te preguntas si existe la posibilidad de que tengas apego desorganizado considera cómo te sientes cuando te relacionas.
¿Te resulta difícil confiar en los demás, incluso cuando te muestran afecto?. Tal vez sientes que cuando alguien se acerca demasiado, automáticamente te quieres alejar. O quizás quieres estar cerca, pero en cuanto lo consigues, te incomoda.
Tus respuestas a los demás tienden a ser contradictorias, como si una parte de tí buscase cercanía pero otra temiera que algo malo ocurra si te abres demasiado.
Cuando recuerdas tu infancia lo haces desde un lugar donde sientes que tu relación con tus cuidadores fue inestable o impredecible, como si tuvieras que demandar su atención para ser visto.
Si identificas varios de estos patrones, podría ser una señal de que el apego desorganizado está presente.
Cómo gestionar el apego desorganizado
Puede parecer un desafío insuperable, pero con el tiempo y el apoyo adecuado es posible trabajar en una mayor seguridad emocional.
Podrías considerar tres pilares clave: primero, explorar el apoyo profesional como la terapia, donde puedes trabajar tus patrones emocionales. Segundo, dedicarte al autocuidado emocional, que implica entender y atender tus propias necesidades sin juzgarlas. Y tercero, fomentar una comunicación abierta, tanto contigo mismo como con tu entorno.
El apego desorganizado puede superarse ya que no es una sentencia permanente de la que no se puede salir. El camino puede resultar largo y complejo, pero también es un proceso profundamente satisfactorio.
A través del reconocimiento de los patrones disfuncionales y el trabajo terapéutico es posible construir relaciones más sanas y equilibradas con el resto y con uno mismo.



